martes, 30 de agosto de 2016

BAJO EL JACARANDÁ

Bajo el jacarandá

por Márgara Averbach
Cuento inédito, publicado en Imaginaria por gentileza y autorización de su autora.
Se llamaba Pedro. Era alto, muy flaco, de uñas siempre quebradas y sucias, los ojos hundidos en un universo de arrugas. Todos los sábados y martes, excepto en pleno invierno o en épocas de sequía, llevaba el carro hasta el borde de la feria, junto al puesto de Doña Rosita, la de las plantas, y vendía tomates, lechuga, rabanitos, manzanas, cebollas y zanahorias de la quinta.
El carro era largo, destartalado y por alguna razón, hermoso. Había sido azul en su infancia, hacía siglos, y le quedaban jirones de esa piel anterior en los ejes de las ruedas y en el pescante. Era un carro fuerte y Pedro le tenía confianza. Tan viejo como él, funcionaba como él: con una tranquilidad profunda, que en lo esencial, nada había cambiado.
El problema era Fosforito, el caballo. Pedro lo había comprado hacía dieciocho años, sin domar, en un remate de Chacabuco. En ese entonces, era un potro alto, colorado, con una estrella blanca en la frente y por eso, por ese cuerpo rojo y esa luz, lo había llamado Fosforito.
Se lo había domado Javier, un chico morocho y fuerte que sabía acercarse a los animales con paciencia. Tal vez por eso había sido tan buen compañero para Pedro. Rápido, sereno, era capaz de llevar el carro azul (y después, ya no tan azul) sin bambolear los tomates ni arruinar el brillo de las manzanas. Y cuando Pedro lo ensillaba y lo llevaba hasta el almacén, tenía la boca blanda y fácil y el mundo era más ancho desde su lomo apacible.
Todo eso, antes: desde hacía ya un año, Fosforito estaba cansado. Pedro no conseguía que trotara. Apenas el carro quedaba listo en el espacio entre Doña Rosita y la plaza, le ponía un bozal y lo soltaba y Fosforito se acomodaba a la sombra del jacarandá y bajaba la cabeza. Pero no comía. Cerraba los ojos como si el viaje de dos horas hasta la plaza lo hubiera dejado completamente agotado.
Pedro estaba preocupado. Lo que conseguía en la feria le alcanzaba apenas para mantener la quinta y dar de comer a Esteban, su hijo, que había vuelto a vivir con él después de la Guerra de las Malvinas, y que lo ayudaba como podía con su única mano y su mirada triste. No podían comprar otro caballo sin vender a Fosforito y necesitaban un caballo que pudiera con el carro. Que no estuviera cansado (Pedro pensaba "cansado" para no pensar "viejo".)
A Pedro le hubiera dolido vender a su colorado pero el caso era que no podía venderlo. ¿Quién iba a comprárselo? Tenía el pelo opaco, las rodillas torcidas, los cascos partidos, la cruz alta y los dientes amarillos.
No le quedaba más que el matadero y los hombres de uniforme gris que atendían en la puerta de metal en la última cuadra del pueblo. Cualquier otra cosa era un sueño, una ilusión tonta. Terminaría ahí, Pedro estaba seguro. Mientras pudiera, lo seguía posponiendo.
Los sábados y los martes, se levantaba a las cinco, buscaba a Fosforito en el corral, acomodaba los cajones en el carro con ayuda de Esteban, subía al pescante y se ponía a pensar mientras el viaje pasaba a su alrededor, siempre el mismo, siempre distinto: las hojas rojas de los robles en el otoño, las flores violeta de los paraísos de la entrada de la estancia grande en primavera; las ramas desnudas de los plátanos en las afueras de la ciudad a principios de junio; las espigas del verano en el último descampado en las brillantes madrugadas de enero.
A Pedro le llevó un año decidirse, un año de largas conversaciones con Doña Rosita entre un mate y otro. Con Esteban no hablaba: no quería entristecerlo. Fosforito había sido el caballo de la familia desde hacía tanto tiempo... Cada vez que pasaba frente a la puerta de metal del matadero camino de la feria, desviaba la vista hacia el campo abierto y silbaba bajito para distraer al colorado que notaba el cambio leve en las manos de su dueño y apuraba el paso lerdo por unos metros.
Una mañana de verano, Pedro terminó de acomodar los cajones en el puesto de la feria, se dio vuelta hacia el jacarandá donde ataba siempre a Fosforito y la vio: una nena gordita, de caballo negro y largo y manos grandes.
Eran las seis y media. La feria ya estaba en movimiento: los madrugadores paseaban de puesto en puesto con changuitos de colores y caras nuevas, medio dormidas. A esa hora, en general, no había chicos, pero esta nena parecía despierta y decidida en sus zapatillas azules, a solas con Fosforito.
Porque estaba hablando con él. En un momento, se inclinó hacia las crines como si le diera un beso. El caballo tenía las orejas atentas, la cabeza un poco más alta que siempre, la cola en el aire como defensa contra las moscas de diciembre.
Esa primera vez, Pedro sonrió para sí, se sentó en su cajón de manzanas y esperó a los clientes. De vez en cuando, echaba una mirada a la nena, entusiasmada en una conversación que, desde lejos, era sobre todo una serie de dibujos que pintaban las manos sobre el pizarrón del aire.
Tal vez se había mudado al barrio de casas bajas hacía poco, pensó Pedro: él nunca la había visto antes. Le preguntó a Doña Rosita, a Anselmo, el de las papas, pero ellos tampoco la conocían. No era de las que vienen un solo día, eso no: un mes después, en enero, seguía viniendo puntual a las seis, seis y media y charlaba horas con Fosforito bajo las hojas compuestas, delgadas, del jacarandá.
Pedro se le acercó de a poco. No era muy diferente de los otros chicos del barrio, excepto por lo de los madrugones. Como todos los que aparecían nueve, nueve y media de la mano de madres con bolsas de plástico, tenía la ropa manchada de jugar, las zapatillas desatadas y desprolijas, las rodillas de los vaqueros raspadas y las manos sucias de barro, caramelos, helados.
Se llamaba Anahí y tenía los ojos grandes y alegres. No hablaba mucho con las personas pero Pedro se fue enterando de algunas cosas con el tiempo: vivía con sus padres en una casa a tres o cuatro cuadras, no tenía hermanos, sus dos padresTRABAJABAN en un hospital y la dejaban sola todo el día desde la muerte de la abuela. Le daban permiso para salir, para eso tenía la llave (un día se la mostró a Pedro, una llave antigua y chiquita que colgaba de un cordón verde), le gustaban mucho los caballos, tenía diez años.
Al principio, Pedro no le contó mucho. Después, despacio, empezó a hablarle sobre Esteban, sobre la huerta, sobre el carro (que hacía ocho años había pintado de azul por última vez y que ahora debería estar pintando de nuevo). A veces, ella se acercaba a él y a Doña Rosita a la hora del mate aunque no tomaba. Le gustaba dulce, decía.
De Fosforito no hablaron hasta el día en que el colorado dobló las patas y se echó bajo el jacarandá como se echan los caballos: en una maniobra torpe, difícil, que vista de afuera parece imposible.
Pedro estaba unos pasos más allá, admirando la camioneta nueva de Anselmo, que había decidido que ya no eran tiempos de carro.
—¡Ey! —dijo Anahí cuando Pedro se acercó casi a la carrera—. Nunca vi que hiciera eso.
—Está cansado —dijo Pedro. Se retorcía las manos sin darse cuenta.
—¿Por? —dijo Anahí y lo miró a los ojos mientras apoyaba una de sus manos sobre el cuello colorado de Fosforito.
Pedro se arrepintió de haber abierto la boca, de haber empezado la conversación, pero no mintió.
—Está viejo, Anahí —dijo y después bajó la cabeza. Iba a tener que venderlo pronto, si quería conseguir algo. Muertos, los caballos no valen nada, ni siquiera para el matadero.
Tal vez hubieran seguido hablando de la vejez, del cansancio, pero en eso, Pedro vio que una señora de pollera larga lo llamaba desde el puesto.
—Zanahorias, ¿a cuánto? —le gritó desde lejos.
—Ya vuelvo —le dijo Pedro a la nena—, dale agua, ¿querés? Ahí está el balde.

Así que Anahí tuvo que esperar hasta la hora de la vuelta para volver a sus preguntas.
—Oíme, nena —le dijo Pedro mientras jadeaba bajo los cajones y convencía a Fosforito para que se levantara. Anahí le daba pena pero no tenía tiempo de ponerse a pensar en cómo decir lo que no quería decir. El futuro lo apuraba con los dientes al aire, como un perro rabioso—. Mejor que te despidas. El caballo no vuelve.
Anahí lo miró como si no lo hubiera oído y después empezó a hablarle de Fosforito. De lo que le contaba el caballo cuando charlaban en la plaza. De un campo lleno de espigas altas y una yegua alazana (Anahí dijo "castaña") que había sido su madre. Pedro no le creyó pero eso no tenía importancia.
La nena había hablado con Fosforito así que él tenía que explicarle. Suspiró, se sentó sobre la vereda y contó.
Hacía muchos años que sólo hablaba con Esteban y Doña Rosita y Esteban no hablaba mucho. Había pensado que ya no sabía las palabras pero ahí estaban. Encontró las que necesitaba y habló: de la vejez, de la quinta, de la necesidad de dinero, hasta del matadero.
Anahí se lo quedó mirando un momento, los ojos más oscuros de pronto. Levantó la mano y la puso sobre el cuello de Fosforito, que temblaba un poco en la brisa caliente, como si hiciera frío.
—No se lo venda a otro —dijo en voz baja—. Se lo compro yo.
Pedro sonrió. La sonrisa le dolió en la cara como duele un diente enfermo. Tal vez por eso no se dio cuenta de que Doña Rosita se les había acercado sin decir nada.
—¿Y qué vas a hacer con él, Anahí? —preguntó Pedro—. Si no tenés dónde ponerlo... ¿Y tu mamá y tu papá? ¿Qué van a decir?
Pero Anahí no veía fallas en su plan.
—Mamá ya lo sabe —mintió.
Así que el único problema era Pedro.
—No, no, Anahí —la voz del hombre era tensa, dura como un martillo—. Las cosas no son así, vos no entendés. Mejor no vengas por unos días.
Y en ese punto, como una brisa brusca en medio del calor, intervino Doña Rosita.

Pedro cumplió: esperó hasta el fin de semana.
El sábado, el último sábado, Fosforito se portó bien de ida. Parecía más joven, de pronto, alegre incluso. Hizo un intento de trote frente al matadero, como para mostrarse. Dos meses antes, Pedro se hubiera puesto a silbar: el ritmo del caballo le hubiera recordado tiempos, mejores tiempos en los que él y el carro azul y Fosforito eran jóvenes y Esteban, feliz. Los tiempos antes de la guerra cuando todo parecía posible. Pero ese sábado no había salida. Pedro necesitaba un caballo fuerte: no hubo silbidos. Llegaron temprano a la feria. Los pocos que ya estaban ahí acomodaban tablones, toldos y frutas. Doña Rosita era de las tempraneras y además, vivía cerca. Ya tenía sus cuatro estantes de plantas preparados y se cebaba un mate sentada en un cajón. Levantó la mano como en un saludo. Don Pedro vio alegría en el gesto pero no sonrió. No le gustaba la esperanza. Había aprendido a desconfiar de ella. Bajó del carro, empezó a acomodar al caballo y recién entonces vio a la nena.
Eran las seis menos cuarto y ahí estaba Anahí, de pie junto a un señor alto, canoso, que miraba a Pedro con ojos un poco desvelados. Tenía las mismas manos que Anahí.
—Ya lo arreglamos todo, Don Pedro —dijo la nena.
Doña Rosita dio la vuelta al puesto de plantas y volvió con una yegua mora, flaca y alta. Pedro la conocía: era la que traía las papas de Anselmo antes de la camioneta.
Así que la solución para Fosforito era algo que el caballo y Pedro le debían a media feria y a los padres de Anahí, preocupados por la soledad de la nena en esa ciudad nueva, tan lejos de Misiones, del resto de la familia, de la casa de siempre, con perros, gatos y caballos.
Anselmo no quería mucho dinero por su yegua. Necesitaba sacársela de encima (dijo). Había habido colecta. Y ese mediodía a la hora de desarmar los puestos, Pedro puso a la mora adelante, para que llevara el carro y los cajones (no del todo vacíos: cada vez era más difícil vender) y ató a Fosforito atrás. En el pescante iban él, Anahí y su padre. Los dos querían ver el lugar donde viviría el caballo de la nena. Pedro quería que Esteban lo supiera todo y sabía que Anahí lo contaría mucho mejor que él.
No hablaron mucho en el viaje. La nena y el padre miraban el verano más allá de la ciudad y el barrio. El verano del campo, del que habían venido hacía unos meses. Pedro pensaba en la lata de pintura azul que le había ofrecido el ferretero para pintar el carro. De pronto, tenía ganas de hacerlo.

miércoles, 3 de agosto de 2016

ZAMBA EN YAPEYÚ - SAN MARTÍN


PREGUNTAS FRECUENTES DE JOSÉ DE SAN MARTÍN


1) ¿Cuándo y dónde nació San Martín? 
José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en el pueblo de Nuestra Señora de los Tres Reyes Magos de Yapeyú, situado en la costa del río Uruguay, en la provincia de Corrientes a casi 780 kilómetros de Buenos Aires.
2) ¿Cómo estaba compuesta su familia? 
Su papá, don Juan de San Martín y Gómez había nacido en la Villa de Cervatos de la Cueza, en Castilla la Vieja, y era capitán del ejército español. En 1767 llegó al país doña Gregoria Matorras que venía de Paredes de Nava, un pueblo cercano a Cervatos, donde conoció a Juan. Se casaron en la catedral de Buenos Aires. Don Juan no pudo estar presente y fue representado por un amigo, el capitán de dragones Juan Francisco de Somalo. El matrimonio tuvo cinco hijos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín Rafael, Justo Rufino y el menor de la familia, José Francisco de San Martín.
3) ¿Cómo era Yapeyú?
Yapeyú fue fundada por los jesuitas en 1627. Con los años se convirtió en el más importante centro ganadero del Río de la Plata, donde se fabricaban los mejores zapatos de la zona que se exportaban a Chile y Perú. Se producía yerba mate, se fabricaban barcos y funcionaba una importante escuela de música. A partir de la expulsión de los jesuitas en 1767, la actividad económica decayó notablemente pero Yapeyú siguió siendo una ciudad importante dentro de la estrategia española para estas tierras.
4) ¿Porqué la familia San Martín se traslada a España? 
En diciembre de 1783, Juan de San Martín solicita y obtiene un permiso para regresar a España. La familia se instala primero en Madrid y luego en Málaga, en la calle de Pozos Dulces. Allí José cursa sus estudios primarios, probablemente en la escuela de Temporalidades cercana a su casa, y el 15 de julio de 1789, al día siguiente de que en París estallara la Revolución Francesa,  José Francisco de San Martín fue aceptado como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia.
5) ¿Cómo fueron las primeras batallas de San Martín? 
A poco de ingresar al regimiento participa en numerosos combates en España y en el Norte de África. Entre 1791 y 1795 durante la guerra entre España y Francia, el joven San Martín se destacó en muchos combates como los de Orán, Pirineos y Rosellón. Fue ascendido a teniente coronel y condecorado con la medalla de oro por su heroica actuación en la batalla de Bailén el 19 de julio de 1808.
6) ¿Por qué decide regresar al país? 
San Martín no olvidada sus orígenes criollos y quiso incorporarse a la lucha por la independencia americana. Un año después de producida la revolución de Mayo, pidió el retiro del ejército español y se embarcó hacia Londres el 14 de septiembre de 1811. San Martín estuvo cuatro meses en Londres. Allí entró en contacto con grupos revolucionarios como la Gran Hermandad Americana, una logia fundada por Francisco de Miranda, un patriota venezolano que se proponía liberar América con la ayuda financiera de los ingleses. Se relacionó también con políticos vinculados al gobierno británico, como James Duff y Sir Charles Stuart, quienes le hacen conocer el plan Maitland. En enero de 1812 San Martín se embarca en la fragata inglesa George Canning rumbo a Buenos Aires.
7) ¿En qué consistía el Plan Maitland? 
Thomas Maitland era un general escocés que en 1800 escribió un Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito. Allí proponía ganar el control de Buenos Aires, tomar posiciones en Mendoza, coordinar acciones con un ejército en Chile, cruzar los Andes, derrotar a los españoles y controlar Chile, continuar por mar hacia el Perú y liberarlo. Todo parece indicar que San Martín conoció el plan durante su estadía en Londres en 1811 y, años más tarde, lo tendrá muy en cuenta para desarrollar su estrategia libertadora.
8) ¿Cómo era la situación política en Buenos Aires a la llegada de San Martín? 
Gobernaba el Primer Triunvirato integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Pero el verdadero poder estaba en manos del secretario de gobierno, Bernardino Rivadavia, que venía desarrollando una política muy centralista sin atender los reclamos del interior, cada vez más perjudicado por la política económica de Buenos Aires, que fomentaba el libre comercio y mantenía un manejo exclusivo del puerto y las rentas de la aduana. Además, el Triunvirato, por temor a enemistarse con Gran Bretaña (aliada de España), frenaba el proceso independentista y hasta había sancionado a Belgrano por enarbolar la bandera.
9) ¿Cómo es recibido? ¿Qué misión se le encomienda? 
Es recibido en Buenos Aires por el Triunvirato que le respeta su grado militar de teniente coronel y le encarga la creación de un regimiento para custodiar las costas del Paraná frente al peligro de los ataques de los españoles provenientes de Montevideo. El nuevo regimiento se llamará de "Granaderos a Caballo" y se instalará en el Retiro.
10) ¿Con qué sectores se contacta San Martín al llegar? 
A poco de llegar, San Martín entró en contacto con los grupos opositores al Triunvirato, encabezados por la Sociedad Patriótica, fundada por Bernardo de Monteagudo, y creó, junto a su compañero de viaje, Carlos de Alvear, la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyos objetivos principales eran la Independencia y la Constitución Republicana.
11) ¿Cuál fue la primera intervención política de San Martín en Buenos Aires? 
San Martín y sus compañeros se decidieron a actuar y el 8 octubre de 1812 marcharon con sus tropas, incluidos los granaderos, hacia la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y exigieron la renuncia de los triunviros, porque, como dijo San Martín: “...no siempre están las tropas para sostener gobiernos tiránicos”. Fue designado un segundo Triunvirato afín a la Logia y a la Sociedad Patriótica integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.
12) ¿San Martín hablaba con acento español? 
Don José había pasado la mayor parte de su vida en España, particularmente en el Sur y por tanto tenía un claro acento andaluz. Así lo cuentan quienes lo conocieron, que también recuerdan que tocaba muy bien la guitarra y entonaba "cantes" típicos de aquellas zonas de España.
13) ¿Cuándo y con quién se casó? 
Don José se hacía tiempo también para la diversión y poco a poco fue tenido en cuenta en las selectas listas de invitados de las tertulias porteñas. La más famosa y agradable, según cuentan, era la de don Antonio Escalada y su esposa Tomasa, en la que sus hijas, Remedios y Nieves, no perdían de vista a ningún nuevo visitante. Por allí pasó don José y parece que fue amor a primera vista. "Esa mujer me ha mirado para toda la vida", le diría en una carta a su amigo Mariano Necochea. Se casaron el 12 de septiembre de 1812 en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, después de una firme pero breve oposición de la familia Escalada. Él tenía 34 años y ella, 15.
14) ¿Cuál fue la primera y única batalla que libró San Martín en territorio argentino? 
A principios de 1813 los granaderos de San Martín ya están listos para emprender su primera misión: defender las costas del Paraná atacadas por los españoles que buscaban por esta vía aliviar el bloqueo al puerto de Montevideo, sitiada por Rondeau. Los españoles robaban ganado y atacaban los poblados de la costa.
San Martín siguió el movimiento de la escuadra por tierra y se instaló en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo. Allí los esperó hasta que el 3 de febrero de 1813 unos 300 españoles desembarcaron. San Martín ordenó un ataque envolvente y los españoles fueron empujados hacia el río.
15) ¿Cuándo y dónde planeó el cruce de los Andes?
En 1814 se le encomendó el mando del ejército del Norte en reemplazo del general Belgrano. San Martín aceptó el cargo pero hizo saber a las autoridades que sería inútil insistir por la vía del Alto Perú y que se retiraría a Córdoba para reponerse de los dolores causados por su úlcera estomacal y terminar de delinear las bases de su nueva estrategia militar consistente en cruzar la cordillera, liberar a Chile y de allí marchar por barco para tomar el bastión realista de Lima. Repuesto parcialmente de sus males, pero con el plan terminado y aprobado, logró ser nombrado gobernador de Cuyo.
16) ¿Qué medidas tomó San Martín como gobernador de Cuyo?
En Mendoza comenzó los preparativos para su ambicioso plan sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la agricultura y la industria. San Martín dio un gran impulso a la industria vitivinícola en Mendoza y San Juan importando nuevas cepas y trayendo al país a expertos europeos para mejorar la calidad de los vinos y licores cuyanos. Creó un sistema impositivo igualitario cuidando que pagaran más los que más tenían.
17) ¿Cuándo y dónde nació su hija? 
Mercedes Tomasa de San Martín nació en Mendoza el 24 de agosto de 1816. Por ese motivo en Mendoza el día del padre se celebra en esa fecha. Mercedes dejó de ver a su padre cuando tenía 4 meses, cuando emprende el cruce de los Andes y se traslada con su madre a Buenos Aires a casa de sus abuelos. Merceditas recién volverá a ver a su padre siete años después.
18) ¿Qué participación tuvo San Martín en el Congreso de Tucumán? 
San Martín no estuvo presente en las sesiones del Congreso, pero siguió su desarrollo muy de cerca a través del diputado por Cuyo Tomás Godoy Cruz y apoyó la propuesta de Belgrano de coronar a un rey Inca como soberano de estas provincias. Preocupado por la demora en la declaración de la Independencia, le escribió a Godoy Cruz pidiéndole que transmita su inquietud y que "es cosa bien ridícula" que tengamos bandera, himno y escarapela pero que no seamos independientes.
19) ¿Cómo se financió el Ejército de los Andes? 
Se ha dicho muchas veces que fue gracias a las joyas donadas por las damas de la alta sociedad mendocina. Esto no fue así. El total de lo obtenido por las joyas que ya no usaban las damas ricas de Mendoza fueron 216 pesos, lo que apenas alcanzaba por aquel entonces para comprar unas 50 mulas. El ejército pudo armarse gracias al sacrificio del pueblo cuyano que donó ropas, ollas, mulas, armas, alimentos y hasta sus sueldos para poder formar el ejército libertador.
20) ¿Cuánto tardaron San Martín y sus hombres en cruzar los Andes?
El ejército de los Andes partió de Mendoza el 12 de enero de 1817 y llegó a Chile el 5 de febrero. A lo largo de esos 25 días, 5.400 hombres, atravesaron las montañas más altas de América con una temperatura que oscilaba entre los 30 grados durante el día y 10 bajo cero durante la noche. Durante muchos tramos San Martín debió ser trasladado en camilla debido a los terribles dolores provocados por la úlcera.
21) ¿Cómo se concreta la libertad de Chile? 
A poco de cruzar los Andes, el 12 de febrero de 1817, las fuerzas patriotas derrotaron a los españoles en la cuesta de Chacabuco. La excelente táctica militar aplicada por San Martín permitió que sus tropas sólo sufrieran 12 muertos y 120 heridos, mientras que las bajas de soldados al servicio de España llegaron a 500 muertos y 600 prisioneros. El triunfo de Chacabuco aseguró la independencia de Chile que sería consolidada un año después, el 5 de abril de 1818, tras el definitivo triunfo de Maipú.
22) ¿Qué apoyos recibe San Martín para la expedición al Perú?
Pocos días después de Maipú, San Martín volvió a cruzar la cordillera rumbo a Buenos Aires para solicitar ayuda al gobierno del Directorio para la última etapa de su campaña libertadora: el ataque marítimo contra el bastión realista de Lima. Obtiene la promesa de una ayuda de 500.000 pesos para su plan limeño de los que sólo llegarán efectivamente 300.000. San Martín regresó a Chile, donde obtuvo la ayuda financiera del gobierno de ese país y armó una escuadra, que quedará al mando del marino escocés Lord Cochrane.
23) ¿A qué se llamó la genial desobediencia de San Martín? 
Cuando se disponía a iniciar la campaña recibió la orden del Directorio de marchar hacia el Litoral con su ejército para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó declarando: "el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos". Desobedeció e inició la travesía hacia el Perú.
24) ¿Cómo fue la campaña del Perú? 
El 20 de agosto de 1820 partió desde el puerto chileno de Valparaíso la expedición libertadora. La escuadra estaba formada por 24 buques y conducía a unos 4.800 soldados. El 12 de septiembre la flota fondeó frente al puerto peruano de Pisco. Allí el ejército se proveyó de víveres y aumentó sus efectivos con los pobladores locales, entre ellos muchos esclavos, que se sumaban voluntariamente al ejército libertador. Una división al mando del general Arenales se dirigió hacia el interior del Perú con el objetivo de sublevar a la población y obtuvo la importante victoria de Pasco el 6 de diciembre de 1820. Por su parte San Martín ordenó bloquear el puerto Lima. Así, el virrey De la Serna se vio acosado por todos los flancos y debió rendirse el 10 de julio de 1821. Ese día entró victorioso el general San Martín a la capital virreinal.
25) ¿Cómo fue la relación entre San Martín y Cochrane? 
La enemistad entre el marino escocés Thomas Cochrane y San Martín comenzó a gestarse apenas zarparon de Valparaíso rumbo a Lima. Cochrane estaba molesto por tener que obedecer las órdenes de San Martín y generó numerosas situaciones conflictivas durante el viaje. A fines de 1821, tras la toma de Lima, argumentando que se le adeudaban varios meses de sueldo, tomó varias embarcaciones de la flota y huyó hacia Chile, debilitando notablemente la defensa del puerto del Callao.
26) ¿Cómo fue la actuación de San Martín en el Perú? 
El 28 de julio de 1821 San Martín declaró la independencia del Perú y le fue otorgado el título de Protector del Perú, con plena autoridad civil y militar. San Martín abolió la esclavitud y los servicios personales (mita y yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves dificultades financieras, lo que creó entre la población un creciente descontento. Pese a las dificultades, San Martín pudo controlar la situación y lograr la rendición de los realistas del Sur y del Centro del Perú.
27) ¿Qué pasó en la entrevista de Guayaquil? 
Mientras San Martín llevaba adelante su campaña desde el Sur el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo desde el Norte. Finalmente los dos libertadores decidieron reunirse. La famosa entrevista de Guayaquil (Ecuador) se realizó entre los días 26 y 27 de julio de 1822. Había entre ellos diferencias políticas y militares. Mientras San Martín era partidario de que cada pueblo liberado decidiera con libertad su futuro, Bolívar estaba interesado en controlar personalmente la evolución políticas de las nuevas repúblicas. El otro tema polémico fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso que lo dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general de la calidad y capacidad de San Martín como subordinado. El general argentino tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus cargos, dejarle sus tropas a Bolívar y regresar a su país.
28) ¿Qué hizo San Martín tras la entrevista? 
Tras la entrevista de Guayaquil San Martín regresó a Lima y renunció a su cargo de Protector del Perú y partió rumbo a Chile donde permaneció hasta enero de 1823. Cruzó por última vez los Andes y estuvo unos días en Mendoza desde donde pidió autorización para entrar en Buenos Aires y poder ver a su esposa que estaba gravemente enferma. Rivadavia, ministro de gobierno del gobernador Martín Rodríguez, le negó el permiso argumentando que no estaban dadas las condiciones de seguridad para que San Martín entrara a la ciudad. En realidad, Rivadavia, que siempre le había negado cualquier tipo de ayuda a San Martín, temía que el general entrase en contacto con los federales del Litoral.
29) ¿Por qué decidió partir hacia Europa? 
El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, le envió una carta advirtiéndole que el gobierno de Buenos Aires esperaba la llegada del general para someterlo a un juicio por haber desobedecido las órdenes de reprimir a los federales. San Martín le agradeció a López su advertencia pero le dijo que no quería más derramamiento de sangre. Ante el agravamiento de la salud de Remedios, San Martín decidió viajar igual a Buenos Aires pero lamentablemente llegó tarde. Su esposa ya había muerto sin que él pudiera compartir al menos sus últimos momentos. Difamado y amenazado por el gobierno unitario, San Martín decidió abandonar el país en compañía de su pequeña hija, Mercedes, rumbo a Europa. Tras pasar brevemente por Londres, San Martín y su hijita se instalaron en Bruselas. En 1824 pasaron a París para que Mercedes pudiera completar sus estudios.
30) ¿Por qué no regresó más a su país?
San Martín seguía interesado e inquieto por la situación de su país. En febrero de 1829, decidió regresar como consecuencia de la guerra con Brasil. Pero cuando llegó al puerto de Buenos Aires, se enteró del derrocamiento del gobernador Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. Decidió entonces no desembarcar. Muchos oficiales, tanto unitarios como federales, le enviaron cartas a su barco y lo visitaron con la intención de que se hiciera cargo del poder. San Martín se negó porque creía que, tomara el partido que tomara, tendría que derramar sangre argentina y no estaba dispuesto a eso. Triste y decepcionado, decidió regresar a Europa.
31) ¿Cómo fue su relación con Rosas?
En 1838, durante el gobierno de Rosas, los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires. Inmediatamente José de San Martín le escribió a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares. Rosas agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus servicios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar ante los gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando los criollos enfrentaron corajudamente a la escuadra anglo-francesa, San Martín volvió a escribir a Rosas y a expresarle sus respetos y felicitaciones. Quizás por este hecho el general dispuso en su testamento que el sable que lo acompañó en todas sus campañas fuera entregado a don Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción que tuvo "como argentino, por la firmeza con que aquel general sostuvo el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla".
32) ¿Cómo fueron sus últimos años? 
San Martín atravesaba en Europa una difícil situación económica. Del gobierno argentino no podía esperar nada y ni el Perú ni Chile le pagaban regularmente los sueldos que le correspondían como general retirado. Vivía de la escasa renta que le producía el alquiler de una casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos como el banquero Alejandro Aguado que lo ayudó para poder comprar su casa de Grand Bourg. San Martín para ese entonces estaba muy enfermo. Sufría asma, reuma y úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se fue agravando hasta que falleció el 17 de agosto de 1850




lunes, 1 de agosto de 2016

1 de agosto: Bicentenario de la creación del Ejército de los Andes

Se conmemorará el Bicentenario de la creación del Ejército de los Andes

El Ejército de los Andes fue un cuerpo militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata y tropas chilenas exiliadas en Mendoza, constituido y dirigido por el general José de San Martín, cuyo objetivo era afianzar la independencia de las Provincias, terminar con la dominación española en Chile, restaurar el gobierno independentista y poner fin al dominio español en el virreinato del Perú.
El 1º de agosto de 1816, Juan Martín de Pueyrredón, primer director supremo, decretó que la fuerza llevara el nombre de “Ejército de los Andes”, y designó a San Martín como su general en jefe.

El hecho más memorable del Ejército de los Andes corresponde al Cruce de los Andes, iniciado el 6 de enero de 1817 desde Mendoza, que culminó con la victoria de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817.